7.7.06

6 de enero




Y la llamabas princesa, con el nombre de la española, caprichosamente dedicada al mismo oficio aunque no existe punto de comparación.
De todos los días que te permitían observarla caminar, cada movimiento, cada pase de cadera, tus ojos la seguían. Yo lo sabía, callada, lo sabía.
Entonces la adorabas (¿todavía lo harás?) tanto como a las imágenes que tienes sobre el pequeño librero de la parte superior de tu casa, terminando las escaleras, donde sueles prender una veladora que incontables veces he alucinado es tu secreto.
Cada noche, la pesadilla me acompañaba en el lecho que también te sueña. La misma escena, la misma persona, yo ascendiendo lento por los escalones, libros tirados, la mesa revuelta y abajo, justo abajo, dos cuerpos mutándose de amor y juegos. Luego del descubrimiento, las risas eran eternas, en tanto yo me diluía en gotas saladas que escurrían por el suelo. Por fin, ambos lograron la destrucción deseada.
La relación era distante, pero tu fingías todo, el beso, el saludo, la comida, tus salidas. Una pregunta hacía con la respuesta de siempre:
_ No. Pero esa negativa sonaba a duda.
Acudí a las artimañas de los espías, hasta el último rincón, cosas sin importancia.
La foto en el celular lo aclaraba todo, tendida sobre las sábanas que nos cobijaron, cansada, fatigada como tantas veces lo estuve.
El mensaje fue más allá del dolor. Y yo seguía callada en busca de pruebas irrefutables, qué más, qué más, como si tuviera que presentarme ante el fiscal y comprobar que mis argumentos eran válidos…
La noche del 6 de enero, dispuesta a no recibir a la revoltura de malos sueños, tomé el teléfono y noté su presencia en tu voz.
Con toda la fuerza que no tengo ahora, busqué mi bolso y partí hacia donde ya se montaba la obra de mi horror.
Paré un taxi, pedí un consejo y no lo seguí. Abrí la reja, toqué la puerta, todo parecía normal.
Tardaste un poco en responder, me invitaste a pasar y sentí un ligero alivio, entonces vino tu sutil despedida aludiendo a que tenías compañía… recordé las escaleras, los libros tirados, la veladora. Hubo gritos, reproches entre tres y al final una humillación que jamás olvido. Esta vez no estaba acostada ni con los ojos cerrados.
La partida de rosca vino después…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Como hay fechas que nos recuerdan el como se rompio nuestro mundo perfecto, pasado el tiempo uno se da cuenta que no se rompio si no que fue un cambio de dirección en cual todo ese dolor y tristeza nos llevan a ser mejor.

apapachos

Diana L. Caffaratti dijo...

Es decir que los Reyes Magos no te dejaron ningún regalo.
O sí. Depende cómo mires el caso.

@Igna-Nachodenoche dijo...

La realidad es como es...
...manos que se deslizan
se entrecruzan, oblicuas,
por nuestras nalgas
buscando el punto exacto

donde la realidad
se confunde con el deseo.

¿Por qué?
Si conocemos los daños
a terceros,

y nos duele que otras manos
recorran nuestra cuerpo.

Será porque te quiero…

Aunque no te tenga.

¿Por qué?

Si deseamos el sabor
de nuestros cuerpos.

© Igna

Puede que ese día encontraras libertad.
Saludos.

Vere dijo...

Coincido con Knox, hay momentos que nos destruyen en un instante pero nos fortalecen para el mañana.

abrazosincero

Anónimo dijo...

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